El precio del silencio.

Callar a veces termina siendo un arte, una disciplina, guardar un secreto, callar un secreto, saber esconder aquello que no debe salir a la luz, que está condenado a vivir en penumbras, en algún oscuro lugar de nuestro interior. Esos silencios son los mismos que a la larga piden su libertad a gritos y terminan destruyéndonos. 
Creí que guardar un secreto propio era más fácil que esconder mil secretos ajenos, pero descubrí que no, que a veces un solo secreto, una sola mentira, un comentario que no se dice, puede ser mucho más letal que muchas cartas ajenas sin entregar. 
Amar a escondidas, odiar en secreto, resistir y persistir, resultan simples consecuencias de callarse, de dejar pasar el momento justo, el momento preciso para hablar. Quizás nos condenamos a ubicarnos, a guardar las apariencias, a estar atados directamente con las consecuencias que puedan tener nuestros actos, somos los esclavos de nuestras propias cadenas, por más irónico que resulte. 
Decidí callar muchas veces, decidí esconder, decidí hacerlo costumbre y guardarme las cosas más importantes y significativas, me volví un negador compulsivo, un ser que se cuarta su propia libertad de expresión.
Quizás por momentos preferimos no invertir en las palabras justas, sino que optamos por pagar el alto precio del silencio. 

Unknown

Phasellus facilisis convallis metus, ut imperdiet augue auctor nec. Duis at velit id augue lobortis porta. Sed varius, enim accumsan aliquam tincidunt, tortor urna vulputate quam, eget finibus urna est in augue.

No hay comentarios:

Publicar un comentario